martes, 6 de octubre de 2009

LEY DE MIEDOS

En 1987, cuando Happy Eastern, el inolvidable hit de Raúl & The Make-up Brothers, trepaba en los rankings, yo empezaba a estudiar en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, en la Facultad de Ciencias Sociales una nunca terminada Licenciatura en Comunicación Social.

En los pasillos, los profesores en las clases y hasta en el buffet, cuando te daban el vuelto, te decían que era fundamental modificar la ley de radiodifusión.

A casi 26 años de la reinstalación de la democracia, entre las enormes deudas que el sistema político tiene con sus empleadores (la sociedad toda) está esa nueva ley.

Ese año de mi debut universitario, nacía Página/12 y en el radio de Capital y GBA 4 de los 5 canales de TV eran del Estado (a excepción del Canal 9 Libertad de don Alejandro Romay). Los de aire, claro, porque el cable estaba en su fase embrionaria (o espermatozóidica, inclusive). En Quilmes una empresa independiente empezaba con los ensayos de televisión satelital (en 1990 pude ver el recital completo de Amnesty en Chile sin pagar un peso, sin cable, sin humo, ni olor, simplemente sintonizando uno de esos canales que siempre hacían fffffffff con el hormigueo gris).

A finales de 1989 tuve un programa en una radio trucha junto a un grupo de amigos. Se venía, sin que lo sepamos, una década oscura e infame para el país. Ya empezaban a sonar algunos términos que nos daban cierta urticaria: privatización, indulto. Y nos rascábamos al aire, pensando en voz alta. También se estaba cayendo el muro de Berlín así que andábamos medio desorientados en medio del polvo separando pajas de trigos. No había internet, ni siquiera PC's en los hogares (y no me vengan con la Commodore 64, por favor. Que no digo que no estaba buena, pero dije PC. Y hablaba de niveles masivos). Y nos mandaron a rascarnos a otra parte porque la permanencia de la radio dependía de un puntero político que simpatizaba con los gérmenes que provocaban nuestra comezón.

Pasó esa década infame, dejando al país una economía llena de shoppings e hipermercados y con casi toda la maquinaria productiva silenciada. También todo lleno de monopolios. Los que pudieron viajaron, otros compraron chiches de electrónica y el que ni una cosa ni la otra con la indemnización empezó a poblar el suburbano de remises y comercios varios de corto aliento. Y la urticaria ya era un tumor que dos años después del final de ese ciclo nos iba a poner en un estado de coma del que todavía estamos saliendo.

Y pasó de todo en el país, pero en 26 años, entre otras cosas, seguía pendiente modificar aquella norma del proceso. En breve el Senado definirá si la nueva Ley de Medios viene a saldar esta viejísima deuda. Pero ¿cómo va a ser saldada esa deuda?

A grandes rasgos la ley es conocida. Y suena interesante. Y a todas luces es superadora de la que hay y de la situación presente en los medios de comunicación. A veces, con sólo ver quiénes son los que se oponen a algo alcanza para que ese algo te caiga bien. Pero toda letra fría lleva una implementación en la realidad.

Este gobierno (y por "este gobierno" debemos entender los mandatos de Cristina Kirchner y el de su esposo), siempre necesita polarizar.

Capaz que estoy diciendo una gilada y la polarización sea un artículo de primera necesidad en la canasta básica de la política. Pero por anunciar como pelea de fondo "el gobierno contra Macri" hoy tenemos a la derecha gobernando la culta, plural, cosmopolita, friendly y, por sobre todas las cosas, enorme y concentradora Ciudad de Buenos Aires. Casi nadie votó ni a favor ni en contra de Filmus.

Este gobierno es el responsable mayor de que más que nunca en Argentina esté de moda el maniqueismo. El mismo gobierno manipula cada cosa de ese modo. Y una opinión pública propensa a ese mal, se deja contagiar. Y toda discusión se distorsiona.

Hoy, la pelea es con el grupo Clarín. Y todo se hace en un marco de cancha embarrada por ambos bandos. Con elecciones legislativas adelantadas, a un par de meses de que los ganadores asuman, cruzándose acusaciones de todo tipo y color desde un lado al otro del tablero de este desprolijo ajedrez.

Semejante ley merecía otra cosa. Porque es necesaria.

El domingo Clarín publicó una nota editorial con un grado de manipulación de datos que hicieron que hasta su logo se ponga colorado. Habla de competencia y ni menciona a Papel Prensa. O habla de competencia, cuando hay ciudades del conurbano bonaerense (por mencionar un mercado populoso, digno de una oferta rica en opciones) donde o se contrata el servicio de televisión por cable de Clarín o te subís al techo con una papa y una aguja de tejer. Y donde si la opción existe, la competidora no cuenta con ninguno de los canales del grupo, salvo Canal 13 (al menos así era hace no tanto tiempo).

Y, para colmo, en un aviso de TN apela al verbo desaparecer con una liviandad que nuestra historia no merece. "TN puede desaparecer" parafraseaban a Charly. No en vano: la inmensa mayoría de los que con más fervor se oponen a esta ley, desdeñan o lisa y llanamente aborrecen lo que en materia de derechos humanos pudo haber hecho este gobierno.

Pero el gobierno... ay, el gobierno!!!

El miedo de quien escribe es que: tan personalista como ha sido la política de los Kirchner, tan discrecional como ha sido el manejo de la pauta oficial, tan dibujados como están los números del INdEC, tan altaneras como son algunas actitudes oficiales ¿En manos de quién estará la potestad de la aplicación del nuevo marco? ¿Es una ley a favor de un cambio o en contra de alguien? ¿Quién pondrá límites y evitará abusos?

A veces este gobierno vende una imagen de firmeza heroica en algunos temas, pero le tiemblan tanto los deditos cuando tiene que tocar ciertas cosas o se mueve como un elefante ebrio en un bazar en cuestiones donde podía ganarse unos buenos porotos. Y es desconcertante.

El tema del campo, por ejemplo. Cuando cursaba el último año de la secundaria se sucitó un conflicto de poderes entre dos autoridades del colegio. Casi todos tomamos partido por una de esas partes en pugna. Un día un profesor dijo: guarda, porque cuando dos elefantes se pelean las primeras que pierden son las hormiguitas que están en el medio.

El conflicto del campo lo único que le dejó a las hormiguitas fue semanas de desabastecimiento, inflación y más polarización. Y todo está como era entonces: la soja, los terratenientes. Pero además, si mañana Cristina se atraganta con un chizito, en su lugar asume su peor enemigo.

Otro problema, no menor, es que este gobierno, en su búsqueda de acumulación de poder, no sólo se ha asociado a los más oscuros personajes del conurbano, no sólo se ha mostrado salvando al fútbol de un contrato usurero dándose besos y abrazos con el mismo que le puso el gancho a esa entrega vergonzosa. En ese camino se ha ido fagocitando a todo lo que sonaba a progresismo en este país. O convirtiendo en sinónimo de progresismo a lo que él, y sólo él, hace. Y se viene el 2011. Y si esta también la hacen mal (y los antecedentes me dan tan poca fe), le dejan todo servido a los nenes de papá que en su puta vida laburaron para tener la guita que tienen y sostener sus siniestros discursos.

No me queda bien ninguna de las dos camisetas. Sobre todo porque desde que entendí en el buffet de la facultad por qué la Ley de Medios del proceso debía cambiarse, no esperaba que fuera un River vs. Boca. Mucho menos con éste River y éste Boca. Para mí, era un partido de la Selección. A lo sumo con más jugadores de uno o de otro. Pero así está la Selección también, si vamos al caso. Así está Boca, así está River. Así estamos por ponernos la camiseta del a favor o del en contra pensando que todo es blanco o negro.

En 1987, Alfonsín dijo "la casa está en orden". Hoy tenemos al service revisando la tele. La casa está lejos de estar en orden. Pero que la casa necesita tele nueva, no quedan dudas. El problema es quién maneja el control remoto.

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